LITERATURA FANTÁSTICA
“Ves cosas y dices: ¿por qué?
Pero yo sueño cosas que nunca fueron
y digo: ¿por qué no? “
George Bernard Shaw.
Una de las definiciones que nos da el diccionario sobre la palabra
“literatura” dice: “Conjunto de obras que versan sobre un arte o una
ciencia”.
En cuanto al adjetivo “fantástico” lo define como: “Perteneciente o relativo a la fantasía”.
Podríamos entonces decir que al género de “Literatura Fantástica”
pertenecen todas las obras literarias que se refieren al mundo de la
fantasía, de la imaginación, de las quimeras, de los sueños.
En ellas caben todo tipo de personajes tanto reales, aunque siempre
interesantes y cuyas vidas nos resultan extraordinarias, como
legendarios, encuadrados en paisajes irreales; pero también se puede
hablar de pueblos y ciudades, donde sus gentes viven una existencia
real, y que, sin embargo, esconden leyendas y misterios difíciles de
explicar.
Desde aquí viajaremos a esos rincones llenos de
magia, donde la fantasía y la realidad se dan la mano, donde la
imaginación se desata adueñándose de nuestras mentes y provocándonos el
escalofrío que produce el temor a lo desconocido.
Nos
acercaremos a las llamadas Puertas Dimensionales desde donde nuestras
conciencias pueden adentrarse en situaciones insospechadas.
Visitaremos los Lugares de Poder repartidos por nuestro planeta donde
las calladas piedras atesoran, en su memoria de siglos, hechos del
pasado que aun perviven ante y para quien se atreva a arañar su
superficie y a sumergirse en las profundidades de lo ignoto e
intangible.
Conoceremos, en fin, esos “Otros Lugares” que,
aún siendo y estando en nuestro mundo conocido, aguardan a que los ojos
del visitante curioso los descubra.
Emma Rosa
LEONARDO DA VINCI. UN SUPERHOMBRE DEL SIGLO XV
A lo largo de mi vida, como lectora empedernida que fui siempre, he ido
descubriendo personajes que me han llamado la atención, por
sus obras,
por su genialidad, por sus exageradas virtudes o defectos, por sus
excentricidades... Personas, que han sobresalido por navegar sin
banderas, sólo con la enseña de sus ideales; que se empeñaron
en vivir fuera del tiempo que les tocó en suerte; que presentaron
proyectos al mundo, aún a riesgo de que les gritaran: “locos” o los
quemaran en la hoguera por herejes.
De uno de esos seres, forjadores de sueños, es de quién yo voy a hablar hoy: Leonardo
da Vinci.
Un ser humano polifacético que quinientos años después de su
existencia aún sigue asombrando al mundo por sus capacidades y
conocimientos en todas las ramas del saber. No sólo como artista
excepcional, además de pintor, Leonardo fue: escultor, ingeniero,
arquitecto, físico, biólogo, modisto, inventor de juegos de salón y de
utensilios de cocina, geólogo, cartógrafo, autor de tratados de óptica,
diseñador de jardines, decorador de interiores, músico, astrónomo y
urbanista.
Pero en Leonardo, además de su genialidad, hay que destacar sin duda,
una personalidad fuerte que lo llevó a desafiar a la iglesia: cuando
los franciscanos en 1483 le encargaron una pintura para su altar mayor
que ensalzara la inmaculada concepción de la Virgen, Leonardo les
presentó una tabla a María, el arcángel Uriel, Jesús y San Juan niños,
reunidos en una cueva durante su huída a Egipto. La imagen que no tiene
relación alguna con los Evangelios canónicos, hizo que Leonardo y los
franciscanos litigaran durante años, obligando al artista a reelaborar
su obra con algunos elementos nuevos, entre ellos los halos, que había
omitido en su primera obra. Actualmente existen dos versiones de La
Virgen de las Rocas una en el Louvre y otra en la National Gallery.
En su condición de dibujante, pintor y escultor, Leonardo sintió la
necesidad de conocer a fondo la anatomía humana. Desafiando de nuevo la
tradición eclesiástica, se procuró muchos cuerpos, que luego
diseccionaba, haciendo unos dibujos anatómicos que, aparte de su
exactitud constituyen verdaderas obras de arte. Como ejemplo, cabe
destacar el conocido como “Hombre de Vitrubio”, dónde realiza una
visión del Hombre como centro del Universo, al quedar inscrito en un
círculo y un cuadrado. En este estudio anatómico busca la
proporcionalidad del cuerpo humano, el canon clásico de belleza, la
famosa “proporcionalidad áurea”, siguiendo los estudios del arquitecto
romano Vitrubio, quien vivió en el siglo Uno antes de nuestra Era.
Físicamente, Leonardo, jamás pasó desapercibido. Alto, fuerte, de
largas cabelleras y complexión de gigante. Se dice que era guapo, por
lo que sirvió de modelo, cuando era joven, para el David de Verrochio
y, de viejo, para el Platón de Rafael. Siempre vestía de blanco, nunca
se lconoció pareja -ni masculina, ni femenina- aunque
parece bastante probable que era homosexual, ya que sufrió
persecuciones por este hecho y estuvo a punto de enfrentarse a la
Inquisición, si bien sus protectores consiguieron siempre que eludiera
el juicio público ante el temor de que pudiera terminar en la hoguera,
como acababan siempre los culpables en estos casos.
También se sabe que era estrictamente vegetariano, jamás comió carne.
En sus cartas y escritos sobre anatomía, llama a los omnívoros
“devoradores de cadáveres”. Se dice que compraba animales enjaulados y
los liberaba.
Un aspecto apasionante de la vida de Leonardo, fue el hermetismo que
siempre le rodeó. Su obra cumbre “La Gioconda” o “Monna Lisa”, hoy en
día considerada la “estrella” del Museo del Louvre, sigue rodeada de un
aura de misterio. El artista, después de varias negativas, aceptó al
fin, la propuesta de un rico comerciante florentino que le encargó que
pintara a su esposa, y Leonardo dedicó durante tres años, buena parte
de su tiempo al retrato, retocándolo a menudo y demorando su entrega.
Parece ser que la pintura se convirtió en una obsesión para él, y es
que La Gioconda era ya objeto de atención para los ocultistas tras la
visita al taller de Leonardo del maestro Rafael Sanzio, en 1504, quien
fascinado con aquel retrato efectuó allí mismo un boceto del cuadro. Es
curioso que en dicho boceto, tras la figura de Lisa, figuran dos
columnas, aunque no se sabe porqué, después el
autor decidió que desaparecieran de la tabla.¿Se trataban éstas acaso
de Jachi y Boaz, las famosas columnas del Templo de Salomón que tanta
importancia guardan para la Masonería?
Otro misterio más que añadir en torno a la figura de Leonardo, son unos polémicos documentos que en 1956 aparecieron
en París. Fueron bautizados como los “Archivos secretos”. Contenían una
larga lista de nombres. Hombres ilustres que que figuraron como Grandes
Maestres de una misteriosa organización: el Priorato de Sión, a la que
perteneció el pintor. Esta orden habría tenido como brazo armado a los
Templarios.
Por último quiero destacar una obra del genial artista, no menos enigmática que las demás, el mural “La
Última Cena”, concluida por Leonardo en 1947, muestra a los discípulos
de Cristo alarmados ante el anuncio de que un traidor se esconde entre
ellos. Esta composición que encierra numerosas claves, quizá podría
demostrar que Da Vinci fue uno de los últimos herejes cátaros. Pero lo
que sí es cierto es que la pintura que se encuentra en el convento de
Santa Maria delle Grazie, en Milán, sobrevivió a dos bombardeos en
1943, mientras que todos los muros a su alrededor se derrumbaban,
solamente dos quedaron en pie, uno de ellos el que albergaba el famoso
fresco.
El gran Leonardo da Vinci, un hombre que escribió, con su conocida
letra de espejo, sobre todo lo habido y por haber, desde tratados de
pintura, de ornitología, de óptica, cuadernos de agronomía, urbanismo e
ingeniería civil y militar, de matemáticas o de cocina. Que diseñó el
primer paracaídas de la historia para sus máquinas voladoras, tanques
blindados, submarinos, fusiles de repetición y un largo etc.
El enigmático Leonardo, cátaro, masón, rosacruz, gran maestre...
Ahora, a principios del siglo XXI, todavía nos preguntamos quién fue en realidad Leonardo da Vinci.
Yo estoy convencida de que fue un auténtico “superhombre” del siglo XV.
Emma Rosa
SOR MARÍA JESÚS DE ÁGREDA LA DAMA AZUL
Sor María Jesús de Ágreda o la Venerable, como se la conoce en su
tierra de Soria, fue una monja de clausura cuya polémica vida
transcurrió a lo largo del siglo XVII, y que residió en la misma casa
que la vio nacer, un 2 de abril de 1602, hasta su muerte acaecida el 24
de mayo de 1665.
Salvando el hecho de que su madre, Doña Catalina, siendo ella muy joven aún, decidiera convertir la
mansión familiar en un convento Concepcionista donde ingresaría
acompañada de sus hijas, la propia María y su hermana Francisca,
mientras su marido y padre de las niñas decide retirarse a su vez al
convento franciscano de Nalda, podríamos decir que la vida de la
Venerable transcurre en paz en una existencia plena de recogimiento y
oración, como la que puede tener cualquier religiosa de la época.
Sin
embargo, hacia su mayoría de edad, después de cumplir 18 años, una
aureola de misterio empieza a envolver a Sor María, que acaba
convirtiéndola en un personaje digno de estudio, hasta el extremo de
que el Santo Oficio se interesa por el asunto y abre una profunda
investigación.
La fama de santidad de La Venerable, que será nombrada abadesa a la
edad de 25 años, traspasa los muros del convento al hacerse notorias
cualidades extraordinarias, como las llamadas “muertes místicas” en
las que durante varias horas permanece inmóvil e insensible a todo tipo
de estímulos; estos períodos de tiempo culminan en un éxtasis
acompañado de arrobamientos y levitación. Pero si esto ya de por sí, es
digno de tenerse en cuenta, resulta aún más desconcertante la leyenda
que circula en torno a su figura:
Se cuenta que Sor María tenía el don de la bilocación, es decir que,
mientras que su cuerpo permanecía en el convento, del que nunca saldría
físicamente hablando, su espíritu se despegaba de su persona y viajaba
a otros lugares. Así, fue vista por unas tribus de indios que vivían en
la baja California, los xumanas o jumanos, a los que ella se dirigía
predicando el Evangelio y hablándoles de Jesucristo, e incluso
llevándoles rosarios que distribuía entre los pieles rojas.
La leyenda se quedaría se quedaría en eso, en leyenda, si no fuera
porque existen testimonios escritos por un fraile, el padre Benavides,
que nos cuenta en sus crónicas que, al llegar a unos territorios
habitados por pueblos indígenas con la intención de catequizarlos y
hablarles del mensaje de Jesucristo, se encuentra con la sorpresa de
que éstos ya conocían la palabra de Dios, por boca de una extraña dama
vestida de azul que se les había presentado varias veces y les había
dejado como regalo los mencionados rosarios.
Fray Alonso escribe al papa Urbano VIII y al Rey Felipe IV
preguntándoles quien le había precedido en su ministerio, pero no
obtiene respuesta satisfactoria hasta 1630 cuando regresa a España y
oye hablar de los milagros de Sor María, entonces, deseando conocerla
personalmente se presenta en el convento, donde descubre asombrado que
el hábito de la monja es azul como el que le describieron los indios.
El Rey Felipe intrigado por los acontecimientos, después de que Sor
María saliera absuelta por el Santo Oficio de las acusaciones a ella
imputadas, decide ir al convento a visitarla, aunque no será la única
vez que lo haga, y queda tan impresionado por la personalidad de la
religiosa que, a partir de aquel momento, entabla con ella una
correspondencia regular que solo finalizará con la muerte de la
Venerable, cuyo proceso de beatificación iniciado en 1765 por el Papa
Clemente X está en suspenso.
Sor María nos deja varios libros escritos por ella misma: “Cartas a Felipe IV”, “Vida
de la Virgen”, “Escala para subir a la perfección”, “Ejercicio
cotidiano”, “Ejercicios espirituales” y “Leyes de la esposa”. Su
principal obra: “Mística Ciudad de Dios”, que según su autora le fue
dictado por la propia Virgen María, fue muy popular en esa época, y
levantó un gran revuelo, hasta el extremo de que la Suprema Inquisición
de Roma llega a prohibir su lectura, prohibición que levanta en 1681 un
Decreto de Inocencio IX.
Luego, durante el siglo XVIII, vendrá una lucha religiosa plagada de polémicas entre los “agredistas” y
“antiagredistas” , en la que se inmiscuirán, no solo la Iglesia que aún
no se ha pronunciado sobre el don de la bilocación o la milagrosa
aparición de Sor María en tierras americanas, ni sobre los numerosos
milagros atribuidos a la religiosa, si no también Universidades
europeas de gran prestigio: Salamanca, Alcalá, las italianas Lovaina y
Coimbra, y hasta la misma Sorbona de París.
Actualmente los restos de Sor María Jesús de Ágreda reposan en la
iglesia del Convento de la Inmaculada Concepción de Ágreda, en la misma
casa en que nació y vivió toda su vida, y de la que jamás salió desde
que cumpliera 16 años.
Como
si el destino quisiera ratificar unos hechos, afirmados como ciertos
por algunos y tachados de increíbles por otros, el cadáver de la
Venerable sigue incorrupto, quizá para demostrar a los incrédulos, que
su apariencia física perdurará, entre los muros que la vieron nacer, en
una “eterna muerte mística”.
Emma Rosa
INICIO