LA BATALLA DE ACENTEJO
I

Raúl E. Melo Dait

Desde hace mucho tiempo, se ha escrito y reescrito sobre la famosa batalla, llamada de “La Matanza de Acentejo” y sobre todo el poder conocer con exactitud el lugar donde ésta se celebró; uno de los primeros en ocuparse de este tema fue el investigador y escritor lagunero D. Manuel de Ossuna y Van Den Heede.

Con respecto a este tema, hay un artículo publicado por Alfredo Mederos[1]:

“Manuel de Ossuna y Van Den Heede presentó en 1884 en la Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, con sede en La Laguna, una propuesta para fijar con exactitud el lugar donde se celebró la batalla de Acentejo y levantar allí un monumento de piedra que recordase la batalla más decisiva para la conquista de Tenerife, propuesta aprobada en la Sociedad Económica. Nombrado Manuel de Ossuna presidente de la comisión de estudios, propondrá a la Real Academia de la Historia informarle sus resultados, propuesta que será aceptada[2].

Por la documentación existente en sus archivos, sabemos que este monumento nunca llegó a realizarse, pero sí encontramos varias cartas remitidas por vecinos de La Victoria, que nos demuestran su interés por el tema[3]:

 “María del Castillo, hija de Julio del Castillo ha oído decir a este y a su madre Sra. Antonia Rodríguez Bermejo que en aquel barranco y sitio por donde pasa el camino de San Cristóbal, hubo lucha de guanches y españoles y que aquellos hicieron un gran montón de piedras en el borde del barranco (donde hoy hay una cueva con ovejas y que pusieron ramas y que los guanches se ocultaron y mataron a muchos españoles. También oyó decir que corrió mucha sangre en el dicho barranco y que por eso se oye decir que había de ocurrir desgracias en este lugar”.

“D. Martín García y Hernández vecino de La Victoria y mayor de cuarenta años compareció en esta mi casa del referido pueblo de La Victoria en presencia del Sr. Andrés Martín de la parroquia del mismo y preguntado sobre si sabía alguna cosa acerca de la batalla de Acentejo contestó que había oído a sus padres y éstos a sus ancestros que la batalla más sangrienta fue en el barranco de San Antonio( Acentejo), que no sabía en qué punto del barranco fue, que sabía que el camino más antiguo pasaba por debajo de San Antonio.

Leída la declaración y manifestando estar conforme con lo que había dicho la firmaba hoy a 15 de marzo de 1884”.

Matías García y Hernández

 “Preguntado por el que suscribe al Sr. D Andrés de Armas vecino del pueblo de La Victoria y mayor de setenta años, el día 14 de marzo de 1886, al tenor de la primen pregunta del interrogatorio que se refiere a que si sabe o ha oído decir alguna cosa sobre el sitio en que ocurrió la batalla de Acentejo en que fueron derrotados los españoles, me manifiesta que desde pequeño había oído decir que aquella batalla tuvo lugar en el barranco de San Antonio en el lugar en que atraviesa el camino que va a la casa del Sr. Matías Izquierdo y que es el camino de San Cristóbal, cuya declaración me suscribe y hallan en la plaza de la Iglesia de la Victoria”.

Manuel de Ossuna

“Pedro Hernández Rodríguez (a) el Cristo ha oído decir a varias personas y entre ellas a D. Antonio Izquierdo y Calzadilla sacerdote y persona ilustrada que la batalla que tuvo lugar en el barranco de Acentejo donde los guanches obtuvieron una gran victoria, tuvo efecto en las inmediaciones a la ermita de San Antonio. En el sitio que hoy se llama y se ha llamado siempre “Las Guardias”, es tradición según el mismo Izquierdo que conserva este nombre por haberse puesto en él, ciertos soldados de guardia. Este sitio está más arriba de la dicha ermita de San Antonio, a una distancia de algo más de un kilómetro”.

Andrés Martín

“Lo que procede está escrito por D. Andrés Martín, vecino de La Victoria que junto con el que suscribe se lo oyó decir al referido Hernández en el callejón que llaman de Acentejo en 9 de agosto de 1885”.

Manuel de Ossuna

La Real Academia de la Historia se interesa a este respecto como veremos seguidamente en una carta que le envía[4]:

“Enterada esta Real Academia del oficio que se ha servido VS. Dirigirle, participando las gestiones que ha practicado para conseguir que se nombre una comisión encargada de reconocer y fijar el sitio donde se dio la célebre batalla de Acentejo, y una vez brindando, se erija en él un sencillo monumento conmemorativo y enviando a este cuerpo literario con un resumen del resultado de los trabajos de dicha comisión, si fuese de su agrado, ha acordado le manifieste a VS. Como tengo el gusto de ejecutarlo, que la academia agradece su fina voluntad y recibirá con mucho aprecio todas las noticias que tenga a bien comunicarle.

Dios guarde a Vd. muchos años, Madrid 7 de junio de 1884”.

El Secretario  

Sobre este tema, hay una carta de Juan Béthencourt Alfonso sin fecha que le dice[5]:

“Sr. D. Manuel Ossuna.

 Mí estimado amigo: Quisiera complacer a V. enviándole un trabajo acabado, no sé más; mi única virtud es conocer mis pocas fuerzas. Le pido a Vd., mil perdones por enviárselo casi en borrador, pero no tengo ni tiempo, ni paciencia, ni salud. Después de concluidos los adjuntos apuntes, he visto mis faltas de método y mis muchos defectos de forma. El fondo es la expresión exacta de mis humildes creencias en el asunto relativo a la batalla de Acentejo y a las particularidades que tuvo exactamente. No sé si mis apreciaciones coincidieran con las de V.; mucho me alegraría de ello, pues me demostraría que mi falta de talento puedo suplirla con una gran voluntad, cuando se trata de servir al país y a las personas de mi aprecio. Si usted no tuviera inconveniente en devolverme estas notas cuando lo estime oportuno, se lo agradecería. Por una mala inteligencia no tuve el gusto de verle a V. en días pasados en La Victoria, pues creí que no estaba Vd. allí, cuando más tarde lo supe por un tal (me parece) Pedro Afonso, lo sentí en extrema. Si Vd. se detiene algunos días en la Victoria le prometo ir de Tacoronte para hacer otro reconocimiento. Tengo algunos oscuros antecedentes de la batalla de La Victoria, pero no los bastantes, me complacería mucho hablar con alguien de ese pueblo sobre este asunto, pero no conozco a nadie.

Reciba V. un cariñoso saludo de su afectísimo amigo.

Q. b. s. m.

 Juan Béthencourt

En su obra “El regionalismo en Canarias[6]” a pie de páginas, nos hace un resumen sobre los trabajos realizados sobre este tema:

 La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, penetrada la importancia histórica y militar; de la memorable batalla de Acentejo, acordó en junta de 30 de abril de 1884, teniendo en cuenta que el lugar donde se libró la batalla no estaba fijado por los historiadores, nombrar una comisión científica que, previas las investigaciones y estudios necesarios, determinase el sitio en que tuvo lugar tan trascendental suceso; y así mismo, acordó que, una vez fijado, se levantase en él un modesto monumento de piedra, que recordase a la presente generación, los bravos españoles que allí derramaron su sangre, animados del noble propósito de traer al archipiélago la luz del evangelio y la civilización española, a la vez que conmemorase el valor de los hijos de la antigua Nivaria, que en aquella ocasión supieron dejar muy alto el amor y la independencia y la virilidad de su raza. Los señores designados para constituir la comisión fueron:

D. Sebastián Álvarez y Álvarez, abogado y catedrático del Instituto Provincial. D. Juan de Ascanio y Nieves, abogado. D. José Tabares y Barlett, escritor. D. Julio de Ardanás, agregado del cuerpo de Estado Mayor, nombrado por el Excmo. Sr. Capitán General de esta provincia. D. Valeriano Weyler, y el que estas líneas escribe, a quien la Comisión dispensé el inmerecido honor de nombrarle presidente de la misma, y de dirigir los trabajos correspondientes. Desde un principio obtuvimos muy lisonjeros y positivos resultados en las investigaciones, que sin perdida de tiempo, comenzamos a practicar. Haremos público ahora, lo más saliente que contiene nuestro informe a la Comisión. Primeramente se hace en este documento un examen detenido de las fuentes bibliográficas, aduciendo textos de Fr. A. de Espinosa, Viana, Abreu Galindo, Marín y Cubas, Núñez de la Peña, Del Castillo, Viera y Clavijo, Porlier, Webb y Berthelot, Montero y cuantos más se han ocupado de aquel memorable suceso, y formulamos entre otras conclusiones, deducidas del estudio de las mencionadas fluentes, la de que el sitio en que tuvo lugar la batalla ha de encontrarse por el punto más alto en que el antiguo camino de los Rodeos o San Cristóbal corta al barranco de Acentejo. Después se ocupaba el informe de las fuentes suministradas por la tradición oral, y se insertan las contestaciones que a la primera pregunta de un interrogatorio que remitimos al Alcalde del pueblo de la Victoria D. Agustín Afonso y Santos, dieron los vecinos de aquella villa D. Antonio Hernández y Fernández, de más de 80 años, Dª Nicolaza Oliva de 96 años y D. José Afonso y González, mayor también de 80 años, las cuales contestaciones, que son del todo semejantes, están concebidas, con ligeras variantes, en estos términos: “Que la batalla, había oído ocurrió en las cuevas de San Antonio Abad, que están en el barranco de Acentejo, transcribimos después de una comunicación que, el M. Iltre. Sr. D. Pedro Llabres, a la sazón Gobernador Eclesiástico de esta Diócesis, dirige a la comisión científica, en la que se insertan unos interesantes párrafos de otra comunicación que a la digna autoridad citada dirige el venerable Cura Ecónomo del pueblo de la Matanza, D. Valentín González Álvarez, fecha 8 de julio del citado año en que le dice…. pero todos se inclinan a creer fiable de los vecinos más ancianos o entendidos de la Matanza, sin duda por reminiscencias que tienen fuerzas, que aquella debió librarse en el sitio en que hoy se halla la ermita de San Antonio y sus alrededores, y le vino a confirmar su opinión el descubrimiento de una multitud de huesos humanos, cuando se hicieron hace tres años la referida ermita de San Antonio.

Contiene también el propio documento otra comunicación del expresado Sr. Cura, dirigida a la comisión en la que se mencionan los nombres de las personas que declararon y a las que alude en la comunicación antes mencionada, escrita al Sr. Gobernador Eclesiástico, cuyos nombres son: D. Francisco Hernández Delgado, D. Juan E. Delgado, maestro de escuela, D. Gregorio Perera y Delgado, inspector de escuela y su hermano D. Manuel Perera y Delgado, secretario de M. I. Ayuntamiento de este pueblo de la Matanza, personas, añade el expresado sacerdote, las más instruidas y curiosas en retener todo lo que oyen, han oído y puedan oír con respecto a cosas que puedan algún día anotarse en historias; los cuales documentos originales, con todas las acta  y asientos de declaraciones obran en el expediente de información. También transcribimos una extensa y curiosa declaración del anciano D. Andrés Martín Pérez, sochantre de la Iglesia-parroquial del citado pueblo de la Victoria, de la que extraemos lo siguiente:

Que aún siendo pequeño oyó hablar a D. Isidoro Fernández Oliva, que era vecino de la Matanza. Del lugar donde ocurrió el combate, y con las averiguaciones que entonces hicieron, deducían ser el sitio que llaman El Reventón, sitio que está un poco más alto que la ermita de San Antonio Abad, haciendo además otras manifestaciones interesantes sobre los caminos antiguos de la comarca de Acentejo. También aparece la declaración del M. Ilustre. Sr. Deán de la Santa Iglesia Catedral de Canarias D. Nicolás Calzadilla, de más de 70 años de edad y natural del dicho pueblo de la Victoria que dijo: Que según lo que la tradición ha oído, es que la batalla de Acentejo tuvo lugar en donde cruza el camino de San Cristóbal al barranco de dicho nombre de Acentejo que allí se pusieron a descansar los españoles, y que los guanches les tiraron piedras y troncos de árboles, añadiendo que ese camino sube un poco, a pasar por San Antonio Abad.

Reanudadas las investigaciones en 1885, hacemos constar, en otro lugar del referido documento, las declaraciones rendidas por los vecinos del barrio de Guía, D. Domingo Hernández García y D. José Yánez que dijeron, que en las inmediaciones de la confluencia de los barrancos de Chivana y Marta, con el de Acentejo “feneció la batalla” añadiendo que en aquellas cercanías se han encontrado restos de instrumentos de hierro o bronce, que oyeron decir eran de armaduras antiguas. Así mismo consta, la declaración de D. Pedro Hernández y Rodríguez, quien refiriéndose a lo que oyó decir al ilustrado sacerdote D. Antonio Izquierdo y Calzadilla, cree haber ocurrido en las inmediaciones de San Antonio Abad; con otros curiosos detalles del sitio denominado Los Guardas. También obra la luminosa declaración de María del Castillo, vecina de dicha villa de la Victoria, y cuya casa habitación está en las inmediaciones del citado barranco de Acentejo, la que dijo: Que había oído decir a su padre Julián del Castillo y a su madre Antonia Rodríguez Bermejo, que en aquel barranco y sitio por donde pasa el camino de San Cristóbal. Hubo gran guerra de guanches y españoles, y que aquellos hicieron un gran montón de piedras y escombros, y mataron a muchos españoles. Del ilustrado Sr. Deán Calzadillas, afirmando que el camino de San Juan, pasa por el, de Acentejo, es el camino de San Cristóbal.

Proseguidos los trabajos en el verano del citado año de 1885, se tomaron declaraciones, en sus propias casas, por el expresado alcalde de la Victoria D. Agustín Alonso y Santos y el secretario del ayuntamiento D. Luciano Pérez y Hernández, y el que estas líneas escribe, con otras muchas personas más que nos acompañaban, a Dª Ángela del Castillo y Hernández de más de 70 años de edad; también a Dª Isabel Gutiérrez de Castillo, en cuya casa vivía D. Ángel Gutiérrez del Castillo de 73 años; así mismo a D. José del Castillo Hernández, que se le encontró en el camino de San Juan, con los vecinos Andrés Gutiérrez y Fernández, Francisco Oliva y Antonio Abreu rindiendo todos declaraciones en el propio sentido de ser el lugar de la batalla, el punto en el que el camino de san Cristóbal corta el barranco de Acentejo, y todas las inmediaciones de la ermita de San Antonio Abad. También constan las declaraciones de D. Andrés de Armas y D. Matías García y Hernández, en el propio sentido; la de D. José Yánez y Armas, sobre la baja de los cristianos, sitio de refugio de varios españoles en aquel aciago día, la de D. Diego Martín, sobre la identidad del camino de San Antonio y el antiguo de San Cristóbal, y la de Dª María del Carmen Batista, vecina de la Matanza, que parece encerrar una tradición transmitida a las familias guanches, cuando añade a las noticias y afirmaciones a las declaraciones anteriores, por ella aceptadas “que cuando en la fiesta de San Antonio se matan a palos, se dice que aquello es porque en aquella plaza mataron a muchos cuando la batalla, y que esto lo había oído siempre a varias personas” con otras muchas más declaraciones que harían interminable esta nota.

En la parte, final del informe, hacemos consideraciones sobre la importancia que en las investigaciones modernas tienen las tradiciones, como fuente con cuyos materiales se escribe la historia de remotos países, v. gr. La de la antigua Persia, llenándose lagunas, que habían dejado imperfecto el conocimiento de mucha parte de la Historia de Oriente, con relatos verbales y tradiciones, que se califican de historia positiva y verdadera, a pesar de ser recogidas después de muchos siglos, y a través de invasiones extranjeras, epidemias, guerras y despotismos.

A continuación hácense reflexiones sobre la congruencia que se observa entre las conclusiones deducidas de las fuentes bibliográficas y las de las tradiciones orales, llenas éstas de colorido regional, como sobre los resultados satisfactorios de los trabajos de investigación para precisar el sitio en que comenzó el combate y todo el campo en que se desarrolló la célebre batalla de Acentejo. Y termina nuestro informe dando las gracias al Sr. Gobernador Civil de la Provincia, D. Ricardo Gutiérrez de la Cámara, al M. Iltre. Sr. Gobernador Eclesiástico, ya citado, y a cuantas más autoridades y personas coadyuvaron al éxito de las investigaciones y trabajos dirigidos por el que estas líneas escribe.

La importancia de la batalla de Acentejo, y la conveniencia de esclarecer cuanto a tan trascendental acontecimiento se refiere, nos movieron a investigar en 1894, el día que tuvo lugar, ya que estaba envuelto en oscuridad o resultaba inadmisible, lo que sobre la fecha de la batalla, dicen ciertos historiadores.

En los manuscritos inéditos del regidor D. José A. de Anchieta, que descubrimos en 1882, se afirma que, hallándose desde hacía algún tiempo las tropas de Lugo acampadas en Agüere, se decía misa en una capilla improvisada, de tablas, que se había hecho allí donde, poco después, se construyó la primitiva iglesia parroquial de Santa María la Mayor, y que en ella se celebró en 1494, la festividad de SS. Corpus; añadiéndose que dos días después de esta solemnidad tuvo lugar la batalla de Acentejo. Este dato nos sirvió de base para determinar la fecha en cuestión. Se trataba de saber en qué día se celebró el Corpus, el año de 1494, y, al efecto, no fiándonos en nuestros propios cálculos, quisimos consultar a personas de reconocida ilustración. Nos dirigimos en Mayo del propio año, al académico Sr. Vandewalle, para que se dignase, a su vez, consultar al laborioso P.F. Fita; y así mismo, manifestamos al distinguido historiador Sr. Moreno Espinosa de Cádiz y al Rector de la nombrada parroquia, Sr. D. Claudio Marrero que nos había demostrado el mayor interés en el esclarecimiento de esta fecha, para celebrar el 4º centenario de la primera fiesta del “corpus” en Tenerife, nuestro deseo de conocer en qué día fijaban la festividad del “corpus” en el dicho año de 1494.

El Sr. Moreno, aunque persona competentísima, no quiso por sí solo resolver la consulta, sino en unión del distinguido profesor de la Academia de Administración de la Armada, Sr. D. José Maria Carpio, y estos señores como el ilustrado Sr. Marrero, con tanto interés atendieron a nuestros deseos, que cuando en el primer correo español de Junio inmediato, recibíamos la nota que el P. Fita se había servido pasar al digno académico Sr. Vandewalle  fijando la festividad expresada el 29 de Mayo, ya teníamos en nuestro poder las que nos habían enviado los Sres. Moreno y Marrero, perfectamente de acuerdo con la del eminente académico y jesuita P. Fita, concebida en estos términos:

“El año 1494 tuvo por letra dominical E

Se celebró en él: La Pascua florida, a 30 de marzo. La de Pentecostés, a 18 de mayo. La fiesta del “corpus”, a 29 de mayo. Quedaba, pues, resuelto que la memorable batalla de Acentejo tuvo lugar el 31 de Mayo de 1494.

A este respecto, encontramos en su correspondencia[7] una carta remitida a D. Mateo del Castillo por un tal Isidoro Junquito de Sevilla que dice así:

 Sevilla 7 de Julio de 1894 Sr. D. Mateo del Castillo. Muy Sr. Mío y amigo: Desearé hayas hecho el viaje con toda felicidad y al mismo tiempo se encuentre bien su familia.

Cumpliendo con el encargo que Vd. me hizo en averiguar el día del corpus del año de 1494, puedo decirle fue el día 22 de Mayo de dicho año, voy a decirle como lo averigüe, recordé había yo tenido un libro titulado Compuesto de los tiempos, compuesto por el Zamorano e impreso el año de 1583, también recordaba en poder de quién estaba hoy, siendo su poseedor el presbítero D. Eduardo Gutiérrez Castañeda persona de gran ilustración y gran modestia, con el libro a la vista pudimos ver que contenía una tabla por medio de la que podían encontrarse todas las fechas de las fiestas movibles...”,

Como podemos ver, este señor no coincide con las fechas dadas por otros y que si parecen coinciden en dar la fecha del 29 de mayo.

Estos son algunos de los pocos datos que hemos podido encontrar entre la documentación de Ossuna, por su interés por levantar este monumento, pero en cambio, encontramos que años más tarde por una copia que se encuentra en su fondo[8], que el Instituto de Canarias, toma acuerdo de poner una placa para conmemorar este acto, como vemos a continuación.

“Instituto General y Técnico De Canarias

ACTA

De entrega y colocación de la lápida conmemorativa de la batalla de

ACENTEJO

.Que el claustro acordó fijar en la ermita de

 S. ANTONIO ABAD

Como recuerdo de aquel hecho de armas y de la excursión escolar verificada en

 9 de febrero de 1909

 “En el pueblo de la Matanza, de Tenerife, a treinta y uno de Julio de mil novecientos nueve.

Reunidos los Señores Don Adolfo Cabrera-Pinto y Pérez, Director del Instituto general y técnico de Canarias y del Colegio provincial de Internos anexo al mismo instituto; Don Ramón Ascanio y León, bibliotecario provincial y mayordomo de la ermita de San Antonio Abad; Don Pedro González Díaz, cura párroco de este propio pueblo; Don José Pérez de la Hoya, Alcalde constitucional y Don Servando Fernández del Castillo, juez municipal, se dio lectura al siguiente adoptado en sesión celebrada en quince de Febrero último por el Claustro de Profesores”.

Excursión escolar. — “Por último, el Sr. Director manifestó que aun cuando no necesitaba hablar de la excursión verificada el domingo siete de los corrientes, porque en ella tomaron parte todos o casi todos sus compañeros, y porque la reseña de la misma, bastante completa, hecha por los alumnos Fernández del Castillo y Miralles y Miralles, designados como cronistas, había sido publicada en dos apreciables periódicos, el “Diario de Tenerife” y “El Tiempo”, deseaba sin embargo, consignar en acta, no sólo su reconocimiento hacia los señores Profesores y Bibliotecario, que por modo tan eficaz contribuyeron al mejor éxito de esta fiesta, y al Sr. Alcalde y demás Autoridades del pueblo de la Matanza, por el cariñoso recibimiento que, enterados casualmente nos dispensaron a todos, sino su satisfacción más sincera ante las pruebas de cultura y disciplina que dieron los alumnos; lamentando que estas excursiones, de tan excelente resultado en el orden docente, no pudieran, por dificultades, bien conocidas, repetirse con más frecuencia. 

La que nos ocupa añadió he querido que tuviese aparte las útiles explicaciones de mis distinguidos compañeros un fin esencialmente práctico, y al efecto he procurado despertar en los alumnos su curiosidad e interés por el conocimiento de la historia de Canarias, dándoles a conocer cuáles fueron los móviles de la conquista, que suerte cupo a los indígenas y hasta qué punto forman parte de la población actual, unida indisolublemente a la madre patria, y poniendo especial cuidado en rectificar los errores que, propagados por propios y extraños, han venido a constituir, por decirlo así, la historia romántica de la conquista.

Conforme a estos propósitos continúa a señalo como objeto principal de la excursión la visita a los históricos lugares donde se verificó la famosa batalla de Acentejo,  la mayor y más trascendental que registra  la historia de Conquista, y en la que los españoles, peleando con denuedo, derramaron su sangre generosa en defensa de la civilización y del cristianismo, y los guanches, con su amor a la patria y a la independencia, mostraron las altas cualidades del espíritu de que estaba adornada aquella raza primitiva.

Como pudisteis observar, aproveché la ocasión para explicar y demostrar con datos y hechos dilucidados por la crítica, que, contra lo dicho, no ya por escritores extranjeros, sino por nuestros propios historiadores, las ideas madres de la conquista de Canarias fueron por encima de todo, propósito egoísta de explotación y de lucro la extensión de nuestro poder, la propagación del cristianismo y la difusión de la brillante civilización que España alcanzó en la época de  los Reyes Católicos; que la raza guanche, raza superior, aunque inculta, fuera de ser extinguida, extirpada, al modo anglosajón, fue dignificada por la vencedora, elevándola  hasta su propia condición, como lo revela el gran número de uniones legítimas de los conquistadores con las mujeres canarias y el haber conservado los indígenas nobles sus antigua jerarquía, y que la alianza de los guanches —tan mal juzgada por el P. Flores y por los demás historiadores que siguen sus huellas sólo demuestran, en aquellos, un ansia de cultura y mejor vida para si y para los suyos, y tiene, para los españoles, según el Sr. Torres Campos[9], el más alto valor como signo de la conducta seguida por los conquistadores, que supieron, con su generosidad y nobleza, atraerse a gentes valerosas, abnegadas y de bien templado espíritu.

De este hecho memorable arranca, según la crítica moderna (puede consultarse la obra “El Regionalismo de las Islas Canarias” del Sr. Ossuna, tomo 1 página 33), las libertades y fieros concedidos a Canarias y la supremacía de Tenerife, en cuya isla se reconcentra el espíritu canario, ya por ser el intérprete fiel de esas libertades y defenderlas frente a las mismas prerrogativas de la Corona, ya para hacer revivir en muy distintas jornadas el espíritu militar y guerrero de Acentejo, defendiendo el territorio de todo el archipiélago de los ataques e invasiones de los más poderosos pueblos extranjeros. Penetrada, pues, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, que entonces dirigía el distinguido hombre Sr. Darmanin, de la importancia histórica y militar de esta batalla, acordó en 30 de abril de 1884, levantar un monumento de piedra que recordase a las generaciones presentes y futuras el valor heroico de los españoles y la virilidad de la raza guanche, designando al intento una comisión que fijara el sitio en que tuvo lugar aquel célebre hecho de armas, compuesta de los señores D. Sebastián Álvarez, Catedrático y director que fue de este Instituto, Don José Tabares Bartlet, escritor; Don Juan Ascanio y Nieves, abogado; Don Julio Ardanás, teniente coronel del Estado Mayor, nombrado por el Capitán General de esta provincia D. Valeriano Weyler, y el ilustre escritor canario Don Manuel de Ossuna y Van Den Heede, Catedrático que fue también de este centro, a quien la comisión eligió presidente de la misma.

No habiéndose erigido aún el monumento a que se refiere el anterior acuerdo, y teniendo en cuenta que, en sentir de la comisión, lo más recio de esa memorable jornada, que tanto halaga el espíritu canario y en la que tan alto quedó el nombre de España, debió de verificarse en el sitio donde hoy se levanta la ermita de San Antonio Abad o en sus inmediaciones, los excursionistas colocaron una lápida provisional en la pared de la misma, que recordase aquella batalla. Si el claustro que siempre se ha identificado con el sentimiento público, lo acuerda así, la lápida provisional pudiera sustituirse por otra definitiva, de mármol, con la inscripción en relieve o de mármol y bronce, en la que aparezcan entrelazados los escudos de España y Canarias, y cuyos gastos serían satisfechos, en tal: caso, por el Colegio de Internos anexo a este Instituto.

A propuesta del Sr. Director, el claustro acordó por unanimidad:

Primero: Que se sustituya por otra de mármol, en la forma indicada, la lápida provisional dedicada a la batalla de Acentejo; con esta inscripción:

“1494 — 1909” “A LOS HÉROES DE ACENTEJO”

     “El Instituto de Canarias”

  Segundo: que den las gracias al Sr. Alcalde y demás autoridades del pueblo de la Matanza, a que pertenece el histórico pago de San Antonio, por el recibimiento y atenciones que dispensaron a los expedicionarios, y

Tercero: Que se consigne en acta, como se hace, la satisfacción del Claustro por las pruebas de disciplina y de cultura que dieron los alumnos durante la excursión.

Cumpliendo el anterior acuerdo, el Sr. Director del  Instituto, que lo es  también del  Colegio de  Internos, entregó al Sr. Alcalde de la Matanza una lápida de mármol blanco, con la inscripción en mármol negro, y con los escudos de España y Canarias en bronce, artísticamente enlazados, hecha en los talleres de los señores Grosso, Lamela y Compañía, de Sevilla. El Sr. Alcalde, en nombre del pueblo que representa, aceptó la lápida, que fue colocada después en la parte exterior, a la derecha de la puerta mayor de entrada, de licitada ermita; comprometiéndose a conservarla y hacerla respeta, como recuerdo de aquel glorioso hecho de la armas y de la excursión escolar llevada a cabo por el primer centro docente de la provincia.

Leída la presente Acta, fue firmada por los concurrentes; de que, como juez municipal, certifico. A. Cabrera Pinto, Ramón Ascanio y León, Pedro González y Díaz, José Pérez, Servando Fernández.

(Continuará)

 



[1] MEDEROS MARTIN A. (2001) La documentación de la comisión de antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre Canarias. Los expedientes sobre la arqueología de las Islas Canarias. Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia: Baleares. Canarias. Ceuta y Melilla. Extranjero. Catálogo e Índices, Madrid. 109-110.

[2] El informe completo se encuentra manuscrito en el AHMLL. Fondo Ossuna, caja 34, el cual ha sido publicado por Manuel A. Fariña González como Anexo IV en el tomo III de la Historia del Pueblo Guanche (1997) de Juan Béthencourt Alfonso, Francisco Lemus editor, La Laguna. 267-300.

3 AHMLL. Fondo Ossuna, caja 34-2.

[4] AHMLL. Fondo Ossuna. Caja 17-1

[5] AHMLL. Fondo Ossuna, caja 175-7, carta nº 53.

[6] OSSUNA VAN DEN HEEDE M. (1904) El Regionalismo en Canarias T. I, imprenta Benítez, Santa Cruz de Tenerife. 33-38.

[7] AHMLL. Fondo Ossuna, caja 175-8.

[8] AHMLL. Fondo Ossuna, caja 17-2.

[9] TORRES CAMPOS R. (1901) Carácter de la conquista y colonización de las Islas Canarias. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de D. Rafael Torres Campos el día 22 de diciembre de 1901. Imprenta y litografía del depósito de la Guerra. Madrid.