En muchísimos casos la seducción y la sexualidad son los factores puestos en juego en la dinámica de la relación.
Hay en los encuentros sexuales (sobre todo al comienzo) mucha "magia", romanticismo, erotismo y sensualidad. El esfuerzo por complacer se centra fundamentalmente en el área sexual.
Aquí la persona supone que mediante la sexualidad salvará, curará o cambiará al individuo con el que ha establecido una relación adictiva.
Vale decir que puede haber "buena" sexualidad en malas relaciones.
En realidad, todos estos intentos por retener y/o cambiar al otro se vinculan con el manejo y el control. Por este motivo, la respuesta que suelen obtener de ellos es el desprecio, el mal trato, la depresión o un mayor alejamiento emocional (seguir juntos pero distantes).
Lo cual lleva a estas personas a reforzar sus intentos dando más "amor": aumenta la concentración en la conducta de la pareja, dependen cada vez más de él en lo afectivo. Van abandonando sus intereses personales, sienten furia e impotencia inexplicables hacia ellos; pueden aparecer síntomas físicos y psíquicos relacionados con el stress.
Así se refuerza el círculo adictivo
Por otra parte, llegando a un punto avanzado de la adicción, si una de las personas de la pareja trata de distanciarse, o de interrumpir la relación, se produce el "síndrome de abstinencia" (igual que a cualquier adicto a quien se le suspende el uso de una droga) un estado físico y mental del profundo dolor; sensación de vacío, insomnio, llanto, angustia, autorreproches, miedo, etc.
La raíz de esta obsesión no es el amor sino el miedo. Miedo a estar solo, al abandono, a no ser digno, a ser ignorado.
En todo este proceso se da un deterioro del autoestima, la dependencia es cada vez mayor y más perjudicial.
¿Cuáles son las raíces del problema?
Existen tantas respuestas posibles como personas adictas. Ahora bien, según estadísticas e investigaciones realizadas las personas adictas al amor pertenecen a familias disfuncionales. Familias que no satisfacen sus necesidades afectivas básicas. Es decir, familias donde hay muchos secretos, roles rígidos, no hay libertad para expresar deseos o sentimientos, entre otros rasgos.
Las personas adictas han aprendido desde su infancia, a negar sus propios sentimientos: a "lucir" bien aunque estén sufriendo, a "ayudar" a otros aunque estén vacías y carenciadas, a "seducir" aunque por dentro estén llenas de miedo (algunas personas son sumamente exitosas en su vida profesional y sin embargo son adictas emocionalmente).
Es importante comprender que lo descrito con anterioridad es una enfermedad progresiva, pero que responde bien cuando se la trata con un profesional adecuado.
El trabajo legítimo radica en uno mismo. No necesariamente deberán separarse de su pareja, pero necesitan redirigir las energías hacia su recuperación.
La recuperación no será de inmediato, es un proceso que se va conquistando día a día. Existen distintas alternativas de tratamiento: terapia individual, terapia de pareja, o terapia de grupo.
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